
Un día cualquiera de un año cualquiera, pero del mes de mayo, estaban paseando dos amigos por un parque, en el que abundaban las flores, también el césped, y los árboles eran altos. Uno se llamaba José, el otro Alberto. Y hablaban sobre el sentido de la vida...
-Entonces, ¿tienes algún motivo para vivir? -dijo Alberto.
-¡Puff! Vivir... Eso es muy fácil, pero también es difícil decir por qué vivimos sin decir algo típico... -contestó José.
-¿Como qué?
-No sé, lo de siempre, ¿no? Puedes decir que lo que te mueve es el amor, el dinero, tu madre, tú mismo...
-¡Venga, hombre! -dijo Alberto riéndose.
-¿Te parece poco?
-No, eso está bien, esos motivos no los discuto. Aunque parece que a ti no te gustan...
-Gustar, lo que se dice "gustar", no.
-¿Por qué?
-Pues... me dan igual esos motivos.
-¿Y eso?
-No sé. Supongo que hay cosas más importantes.
-¿El qué?
-A ver... -decía José llevándose las manos a la barbilla-. Mozart, ¿quizá?
-¡Mozart! ¿Eso es un motivo?
-¡Claro que sí! ¡No me digas que no te parece un buen motivo para vivir!
-Bueno, puede serlo... cuando lo escuchas... Pero no es suficiente.
-Pues escuchas a Mozart todo lo que puedas.
-Ya, ¿algo más para vivir?
-Pues... ¿más Mozart?
-Aparte de Mozart...
-Em, ¿Bach? -dijo José con cara de duda.
-¡Ah, no tienes remedio! ¿Puedes decir algo sin tomarle el pelo a la gente?
-¡No te estoy tomando el pelo!
-¿No? Entonces, estás mal de la cabeza.
-¿Por qué?
-¿Te parece normal tener a Mozart o Bach como motivos para vivir?
-¿Qué pasa? Otros tienen a Ronaldo o Shakira como motivos y yo no digo nada...
-Vaya, en eso tienes razón...
-¿No has pensado que puede que no haya motivos para vivir?
-Hombre, eso sería muy triste...
-No, el motivo para vivir es la vida misma, sin más. No tenemos por qué liarnos más la cabeza, ¿no?
-Em, bueno, pues... Algo más habrá... -dijo Alberto mirando cabizbajo al suelo.
-¡Ja! Ya sé qué quieres que te diga.
-¿Sí, el qué?
-El motivo de siempre, pero este no está tan mal. Tiene sentido, porque es un quebradero de cabeza para todos...
-¿Cuál?
-¡Cuál va a ser! ¡Dios, hombre, Dios! El motivo por antonomasia.
-Ya, pero... no sé.
-¡Ahora eres tú el que no tiene motivos para vivir!
-No, no es eso. Es que no quiero hablar de Dios.
-Ah, vale, lo entiendo. Es un tema complicado...
Continuaron hablando sobre muchas cosas, tampoco demasiadas. Salieron después del parque y se fueron a comer (un Kebab, creo).