Estaba en su cuarto, de noche, sin poder dormir. Había
estado leyendo un libro, un ensayo de filosofía, pero no conseguía ni
concentrarse ni aburrirse. Así que se acercó a su escritorio, se sentó, sacó un
folio y empezó a escribir una carta que nunca enviaría…
Es posible que nunca
leas estas líneas, sin embargo me siento obligado a escribirlas. Cuando el alma
no calla, no puedo dejarla a un lado ni atender a otras conversaciones: es un
susurro constante, que en el silencio grita desde lo más profundo del corazón.
He intentado olvidar
el recuerdo viviendo cada día intensamente, pensando en mil cosas que no me
importan, viviendo instantes que no detenían el tiempo y atendiendo a personas
que no me decían, en el fondo, nada. Todo ha sido vano, todo me recuerda a ti.
Me gustaría que me
dijeras cómo lo hiciste, qué ocurrió cuando te miré a los ojos ese día y tu
sonrisa se grabó en mi alma, como un cauce que conduce mis sentimientos hacia
ti. Desde entonces todo ha sido diferente. He tenido que pensar mi vida como un
puzzle de dos piezas...
Y ha pasado el tiempo,
pero el tiempo sólo ha tenido importancia, para mí, desde ese día. Eres
responsable de mi nostalgia. No te diré que me entristece, porque tenerte en mi
pensamiento es más valioso que cualquier cosa que suceda a alrededor.
Eres una verdad que no
necesita un lugar fijo para ser vivida. Sin embargo, eres una de esas verdades
que, cuando se apropian de un corazón, te hacen salir a su encuentro… Una de
esas que marcan un destino y un sentido claro. Una verdad que te hace ver que
no hay circunstancias que justifiquen la distancia, porque mi única
circunstancia eres tú.
Es difícil decirte
esto sin que parezca estúpido, un niño bobo o, quizá, un loco. Pero, ¿sabes lo
que pasa? Es difícil parecer cuerdo cuando se ha descubierto una verdad. Una
verdad es muy extraordinaria: hace que todo lo ordinario sea excepcional,
convierte lo más sencillo en algo grandioso. Y tú tienes esa capacidad, al
menos es lo que yo percibo.
Hemos podido cruzar
unas pocas miradas, intercambiar unas pocas palabras. En comparación con otras
personas, nuestros encuentros no han sido gran cosa, meras casualidades; por
eso me vuelven loco: cada día el corazón me hace volver una y otra vez a esos
lugares en los que estuve contigo, en los que unos minutos tenían el sabor de
varias vidas.
Quizá tú no lo
sepas, quizá sea una mera ilusión; pero es una ilusión que me llena de empeño,
que hace que el mundo sea pequeño y que las distancias sean relativas… Ya que,
cuando el corazón se empeña, hasta las montañas más altas pierden altura…
Cuando acabó de escribir esta línea, se detuvo a pensar en lo
que acababa de hacer. Sin pretenderlo, se había delatado, había dejado que su
interior se manifestara un momento, descontroladamente, haciéndole ver lo que, en realidad, más
deseaba. Pero le costaba entender que lo que más deseara fuese todo un reto,
una especie de aventura en la que no iban a faltarle dificultades. Y se preguntó
si, en verdad, se había vuelto loco…