Me gusta escribir Belleza con mayúscula. Así
tiene más sentido para mí. Dice algo más. Algo que no se conoce. Algo que no se
puede decir de otra manera. Cuando escribo belleza con minúscula hablo de cosas
que conozco, que veo, que escucho, como el sol del Mediterráneo, su
calor, o una mirada cristalina y brillante. Son preciosas. Pero las puedo
ver. Están ante mis ojos. También en mi corazón. Se reflejan en él como el mundo
se refleja en tus pupilas y, sin embargo, no llenan la profundidad en la que se
reflejan. Si te fijas, una mirada es más profunda, más infinita, que el
Universo entero. Puedes contemplar las estrellas que nos envuelven, pararte a
contarlas y sentir cómo su luz nos acaricia atravesando el tiempo cuando puede
que ya se hayan apagado, pero no llenar el infinito vacío que hay en una
pupila. Cuando veo tus ojos me pregunto si voy a perderme en la oscuridad de su
reflejo. Es bello y, a la vez, terrible, porque sé que estoy ante un abismo.
Ese vacío que no voy a poder llenar y que también soy yo. Tu mirada es bella.
Contemplarla es una maravilla. Sin embargo, me da miedo, no puedo
medirla, porque cuando veo mi rostro en tus ojos me encuentro con mi corazón.
En él también se refleja el mundo que conozco. Te reflejas tú. Y me da miedo
que te ahogues en sus profundidades y que la fuerza de sus mareas te lleve
lejos, allí donde no pueda encontrarte. El deseo puede destruir aquello que más
anhela. Puede ahogarse en sus propias aguas. No tiene fondo. Detrás de todo lo
que veo se esconde ese vacío que no se puede llenar. Se esconde la nada, el
abismo de mi alma. El torbellino de mi corazón que me arrastra a las
profundidades de mí mismo. Ese yo que no existe, que busco en tu mirada y que
me arrastra. Parece que el corazón se haya convertido en un remolino que
absorbe todo mi ser y que lo llena de angustia y de vértigo. No es mío, no soy
yo. Por eso da miedo. No es la belleza. No eres tú. Es Otro que me llama, que
me hiere, que ha agitado la comodidad de mi alma. Que me obliga a cerrar los
ojos con fuerza porque quiere que solamente le mire a Él. Y cuanto más los
cierro más tiemblo. Pero me da confianza. Es doloroso y es tierno. Es
afilado y es suave. Es hiriente y es dulce. Conforme avanzo, comprendo. Siento.
Y no veo. ¿Se puede hablar de lo que no se ve? ¿Hay palabras cuando el sonido se
esconde en el silencio? El silencio de la nada, de la antesala de Tu Amor.
¿Cómo iba a saber que en ese momento ibas a cogerme entre tus brazos y a
susurrarme, con palabras que no pueden pronunciarse, que en el fondo de todo
estabas Tú? ¿Cómo recordar la angustia cuando esas llamas ardientes, frías,
acariciaban mi alma, llenándola de gozo? Sí, es Belleza. ¿Y cuándo llega? No lo
sé. No lo preguntes. Llega cuando quiere: es Amor.